El Mantarrayas Club es un grupo al que pertenezco, formado por mujeres con diferentes estados civiles (casadas, solteras, viudas,
divorciadas), en donde podemos abordar cualquier tema y obtener los puntos de vista del mismo tema pero con diferentes percepciones y vivencias.
La diversidad de experiencias y la personalidad de cada miembro, es lo que hace las charlas muy amenas por horas y horas.
¡Ayer fue una gran reunión con mis amigas las Mantarrayas!
Entre café, té helado y sangrías, la conversación giró como siempre sobre temas existenciales, espirituales, no sin antes volver a dar un recorrido de las personas que conocemos en común y no, de aquellos tiempos de prepa y carrera.
Una de las de las fundadoras del Mantarrayas Club, nos compartió un comentario de un amigo muy cercano, Carlos es viudo; su esposa e hija murieron en un accidente.
Carlos platicó sobre el funeral y terminó diciendo- Fueron llegando las amigas de mi esposa al funeral y algunas de ellas, entre abrazos de supuesta compasión y solidaridad; dejaban verme en claro que su intención era acompañarme en mi dolor en privado, me estaban coqueteando. Llego un punto en que tuve que alejar a una de ella, pidiéndole me diera un espacio para enterrar a mi esposa y a mi hija.-
Agregó que conversando de esto con un amigo que también acaba de integrase al estado civil de viudo, Alberto le pregunto “Ah! ¿Y no te dejaron tarjetas con teléfonos en la bolsita del saco como a mí?”
En verdad pregunto ¿Qué pasa con las mujeres? ¿En qué momento se perdió la línea que podía sostener las relaciones de amor y amistad?
Todas las socias del Mantarrayas Club estuvimos de acuerdo en sentir vergüenza de nuestro género.
En el mundo de las relaciones se abre un espacio que muchos llaman “La Jungla”. Un lugar en donde para sus habitantes no existen los valores, la moral, la ética personal ni profesional, todo se vale con tal de obtener el premio.
Una mujer junglera evalúa a cada persona, para ver si es prospecto de víctima. La constante es que esas evaluaciones las llevan a cabo en grupo. Su grupo junglero decide si es buen candidato. Para después lanzarse como un halcón tras su presa, sin importar lo que se lleve de encuentro tras ese vuelo en caída libre, siempre apoyada por las jungleras.
La víctima puede ser cualquier persona de su círculo cercano, de conocidos, profesional, laboral, clientes, pacientes, o hasta llegar al descaro de localizarlos por obituarios en el periódico, cuando el perfil deseado es de un viudo.
Algunas jungleras lo hacen por dinero, conseguir una herramienta económica que les aliviane los pagos de sus facturas, es una trabajo arduo pero muy gratificante; para algunas otras es todo un deporte, mostrar el trofeo de su cacería las llena de oxitocina.
Pero como en todo, al final la víctima podrá decidir dependiendo del estado de su psiquis, , sino está muy dañado, podrá ver la situación a tiempo y con una gran suerte de muleta como el mejor torero, decir “Olé”.
Por el contario, si está muy dañado terminará comportándose como miembro de una secta, sin voluntad, dejando el pasado atrás, desligándose de todos los que puedan constituir un peligro, y apostando en que por fin encontraran paz. El resultado para la víctima cuando despierta de ese adormecimiento se llamará “aprendizaje”.
Debo aclarar que no estamos hablando de una relación, que nació o se fue dando. Las relaciones con las jungleras son con un objetivo establecido y con toda la intención de “gancharte” para sus fines.
Hoy les digo a estás jungleras , que lamento mucho las experiencias que han tenido que vivir para llegar a pertenecer a la Jungla. Edificar sobre escombros, es tarea efímera, hace falta un espacio en el tiempo para limpiar y poder construir cimientos profundos. No olviden que el ejemplo educa.
Reconozco que el manipular a las personas es todo un arte, pero como bien dicen “A cada cerdo le llega su San Martín”, lo que indica que en algún momento tendrán que asumir las consecuencias de sus actos.